LA HISTORIA DE CONFESORA GONZÁLEZ

Por: Valerie Cruz Mercado

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Nueva Bibioteca de la UPR en Utuado

El pueblo de Utuado se considera uno de los pueblos que hoy por hoy conserva y celosamente cuida sus recursos naturales. En la actualidad con orgullo curso estudios en la Universidad de Puerto Rico, aquí en La Montaña y puedo dar fe de lo hermoso y puro que son sus alrededores. En este pueblo podemos apreciar que durante los pasados años los profesionales que practican la arqueología han encontrado artefactos y estructuras que han permanecido enterradas por miles de años. Todo esto principalmente en los terrenos donde ubica en la actualidad la Universidad lo cual mide aproximadamente 118 cuerdas. Cabe señalar, que aún se cree que existen petroglifos, entre otras cosas que no han sido encontrados.

Este año he tenido la oportunidad de entrevistar a la señora Confesora González de 74 años nacida en este pueblo y quien reside en el Barrio Salto Arriba, Sector La Conchita. Desde hace 37 años permanece viviendo con su familia, quienes indican con orgullo que son utuadeños de corazón y que no lo cambian por ningún lugar del mundo.

Doña Confesora me contaba de su diario vivir. Comenzaba temprano al amanecer, cruzando la finca para asistir a su trabajo y en la tarde lo mismo para regresar a su hogar. Para este tiempo ella recuerda que no existían carreteras, ni puentes ni calles. Antes de llegar a sus trabajos todos tenían que cruzar el río, utilizando un medio que le llamaban “la hamaca”. Se cruzaba pasando por unos cables de ida y de vuelta. Trabajó en una fábrica desde los 6 a 8 años confeccionando abrigos y camisas. Ella recuerda, con mucho sentimiento, que jugaba mucho a esconder, la cebollita y jacks, juegos que eran típicos de esa época y que no eran nada dañino ni nocivo para los niños.

Me comenta sobre el dato de que, Utuado, originalmente, se llamaba Villa del Otoao, que se deriva del Cacique Otoao y significa "entre montañas". En el área se encuentra el Parque Ceremonial Indígena de Caguana, uno de los legados taínos de mayor importancia por su antigüedad de cientos de años.

También contó que corrían por todas partes pero no recuerda haber visto ningún tipo de edificio en la finca. Con tristeza señaló como las áreas verdes están desapareciendo para hacer construcciones que contaminan y están eliminando nuestros campos y recursos naturales. Recuerda que la estructura que había en la finca era algo que le llamaban, para ese entonces, “barracas” que eran unas tormenteras hechas con paja y madera. Puntualizó que aquellas construcciones no eran dañinas al ambiente y nunca se contaminó el río. Donde ella vivía se dedicaban a cultivar guineo y plátanos, antes había café pero la cosecha se afectó, grandemente, por el paso del Huracán George. También cuenta una vivencia dolorosa donde recuerda que para este huracán, en el año 1995, se unieron los ríos e embistieron la residencia de dos plantas del vecino de la esquina quien tenía una tienda. Este señor por importarle más el dinero y buscar los bienes que poseía, en la parte de abajo, se ahogó. Hoy día los residentes del área indican que lo ven vagar por el lugar de lo ocurrido.

Luego de esta grata entrevista podemos apreciar parte de la historia de este pueblo, tomándola de la vivencia de una persona que por el pasar del tiempo puede comparar lo que era el Puerto Rico de antes con los cambios de ahora. Esto es provechoso ya que cuando nos adentramos a conversar e investigar adquirimos datos reales más allá de lo que es teoría, esto es como cuando usamos la Historia Oral, al unirnos a otras personas miramos su pasado. Esto, además, de ser saludable para nosotros, quienes entrevistamos, es bueno para los que fueron entrevistado ya que aportan con sus vivencias un pasado bien difícil. Esos testimonios nos enseñan a valorar lo que hoy día poseemos y a salvaguardar nuestros recursos. La experiencia fue muy agradable y me concientiza para ser mejor ser humano.

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